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DE NADA SIRVIÓ APACIGUAR A LA BESTIA TRUMPIANA. ¿QUÉ SIGUE PARA MÉXICO Y CANADÁ?

  • Foto del escritor: Gonzalo Santos
    Gonzalo Santos
  • 3 mar
  • 6 Min. de lectura

Las noticias están por todos lados: se ha anunciado que los aranceles del 25% de Trump a las importaciones canadienses y mexicanas comenzarán a regir a partir de las 12:00 horas de esta noche. Los mercados ya están reaccionando mal a esta noticia que induce al caos.

 

Mucha gente -especialmente las élites políticas y económicas mexicanas, en el gobierno y en la oposición, en la clase empresarial y en los medios de comunicación- apostaron a que todo este asunto de los aranceles estadounidenses amenazados era manejable, negociable y evitable. Trump simplemente estaba siendo Trump, amenazando con aranceles absurdos y contraproducentes solo para salirse con la suya en cuestiones como asegurar la cooperación de México en la implementación de políticas draconianas contra la inmigración y esfuerzos más efectivos de interdicción de drogas.


Así que le tomaron la palabra con todo vigor, bloqueando y deportando inmigrantes, enviando 10.000 soldados a la frontera, entregando a narcotraficantes criminales, etc. Y el gobierno mexicano envió delegaciones de alto nivel preparadas para acceder a cualquier demanda económica que Trump pudiese tener sobre México. Los canadienses comenzaron a actuar con más fuerza, anunciando aranceles recíprocos concretos. Ninguno avanzó mucho. Los aranceles se suspendieron durante 30 días después de las respectivas llamadas telefónicas de los líderes a Trump, pero después de todos los esfuerzos mexicanos y canadienses de "persuasión", comenzarán esta noche a medianoche.

 

Vean mañana a Trump mentir descaradamente en su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso -entre grandes aplausos- sobre (a) el asunto de su infructuosa extorsión a Ucrania y su explosión de ira en el Cuarto Oval, y (b) sobre su imposición de sus aranceles debido, dirá, a los esfuerzos insuficientes de los mexicanos y canadienses para detener la "invasión de asesinos y violadores en la frontera" y el flujo ininterrumpido de fentanilo hacia el país.

 

La verdad, sin embargo, es otra: la imposición de aranceles nunca se debió ni al problema de la inmigración ni a la epidemia del fentanilo. Es el fruto podrido de la concepción neomercantilista, unilateralista, y proteccionista de los trumpistas en el poder sobre cuál es la mejor manera de apuntalar la hegemonía en declive de Estados Unidos en la economía mundial y de detener y revertir el ascenso de China y el este de Asia.

 

Esta ha sido una obsesión de los responsables de las políticas estadounidenses desde hace algún tiempo. El diagnóstico de que Estados Unidos ha estado perdiendo terreno frente al archipiélago de economías dinámicas en el este de Asia centradas en China es completamente correcto, y lo ha sido desde los años 1980 y 1990 con Japón, Taiwán y Corea del Sur despuntando, y los años 2000 y 2010 con China ascendiendo espectacularmente.

 

Estados Unidos, bajo muchos presidentes de ambos partidos, ha probado una variedad de estrategias:

 

(a) su proyecto de globalización neoliberal y su apertura comercial y manufacturera hacia China;

 

(b) su proyecto de dominación geopolítica en Eurasia mediante campañas militares agresivas y crecientes bloqueos comerciales para "contener" y excluir a China;

 

(c) optar por la "subcontratación cercana" (near-shoring) y la "subcontratación amiga" (friend-shoring) de todas las cadenas de producción, desde el este de Asia hacia América del Norte; y, por último,

 

(d) renunciar por completo a las relaciones de libre comercio, INCLUSO EN SU PROPIA REGIÓN DE NORTEAMÉRICA, y concentrarse de ahora en adelante en imponer aranceles elevados y extraer rentas de "protección" a todos los antiguos aliados y socios (salvo Israel hasta ahora).

 

El verdadero problema es que ninguna de las "recetas" implementadas por los últimos 7 presidentes estadounidenses -desde Ronald Reagan hasta Trump- ha funcionado. Ese es el gran problema de Estados Unidos, y eso es lo que Trump quiere "resolver", como el Rey Arturo “resolvió” el problema del nudo gordiano: ¡de un solo golpe de su espada arancelaria!

 

China -y el este de Asia en general- ha encontrado repetidamente una manera de convertir cada una de las estrategias estadounidenses en una ventaja, alcanzando y superando a Occidente en los últimos 40 años en área tras área de la economía mundial. El resultado es que hoy Estados Unidos es la nación más endeudada del mundo, ¡sobre todo con el este de Asia!

 

Además, China controla o compite ventajosamente ahora una mayor porción de la economía mundial, a través de los BRICS+ y la "Iniciativa del Cinturón y la Ruta", que Estados Unidos y sus socios del G-7, países ricos. ¡Y eso sin mencionar la ventaja china en términos de población!

 

La estrategia de la administración Trump es replegarse a la fuerza hacia su propia economía nacional, que aunque todavía es enorme, no se compara con la estrategia de las últimas tres décadas de forjar un sólido bloque comercial y geopolítico norteamericano. Más general es su decisión de evadir o incumplir todas las obligaciones internacionales previas (salvo Israel) e intimidar a sus propios aliados para extraerles las máximas rentas de protección y concesiones económicas onerosas (recursos minerales, mano de obra barata, libre tránsito, etc.).

 

Por supuesto, no funcionará. El único ámbito en el que Estados Unidos mantiene su supremacía incuestionable -el ámbito militar- es prácticamente inútil: los arsenales nucleares no pueden utilizarse para obligar a nadie a someterse, sin desencadenar una guerra que destruiría a Estados Unidos y probablemente a la mayor parte del planeta. Y en la medida en que el enfoque de Trump es negar la entrega de más armamentos a los aliados que no paguen y evitar el envío de tropas estadounidenses al terreno o el pago a otros para que luchen, para ahorrar dinero desesperadamente y apuntalar su economía en bancarrota, la opción militar ahora es hoy por hoy autocensurada en el imperio en apuros.

 

Por otro lado, las sanciones, los aranceles y las prohibiciones de ciertas exportaciones de alta tecnología no protegerán a la economía estadounidense ni preservarán sus ventajas de la avalancha de innovaciones provenientes del este de Asia, como lo ilustró recientemente la llegada de la aplicación de inteligencia artificial DeepSeek, muy superior, de una China supuestamente "en cuarentena". Al contrario, desarticularan y debilitarán los procesos productivos en Norteamérica y golpearán mucho todas las economías de la región. Al igual que la política xenófoba de deportaciones masivas, las altas tarifas a México y Canadá serán otro tiro en el pie que se propine el desquiciado Tío Sam.

 

¿Qué deben hacer Canadá y México? Bueno, además del hecho de que Canadá se cuenta con varios flancos que México no tiene (el G-7, la OTAN, el norte global paneuropeo), ambos comparten largas fronteras y grandes diásporas en Estados Unidos, y son socios vitales en el pacto de libre comercio tripartito T-MEC, ahora subvertido intencionadamente por su “exsocio” Trump.

 

Canadá tiene más afinidades con el mundo paneuropeo y tal vez se concentre en encontrar apoyo allí (UE, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda), si puede evitar sucumbir a la brutal "sugerencia" trumpiana de dejarse absorber por Estados Unidos como el mero estado número 51. Y siempre está China y el este de Asia llamando a la cooperación.

 

México tiene dos activos estratégicos para resistir a Trump geopolítica y económicamente:

 

(a) su enorme diáspora (~40 millones) en Estados Unidos, y a través de ella, la enorme panetnicidad latina (~60 millones). Es necesario activar la solidaridad mutua, y esta vez en serio, ya que tanto los países de origen como las diásporas están en la mira de Trump y sus secuaces. El papel de las diásporas es doble: luchar por sus derechos y contra el fascismo con todos los demás sectores sociales en Estados Unidos; y movilizarse y actuar en solidaridad hacia México para detener todos los ataques en su contra.

 

(b) América Latina y el Caribe, cuyos estados ya están organizados como la CELAC. Pero también los pueblos mismos de Nuestra América deben ser empoderados para levantarse y resistir con sus gobiernos todos los ataques de Estados Unidos contra ellos. Ha llegado el momento de formar un frente continental de resistencia, interestatal y social y, una vez unidos, forjar un proyecto de integración latinoamericano autónomo sin el hegemón dominante, intervencionista y peligrosamente malherido.

 

Por diversas razones, las élites mexicanas, tanto políticas como económicas, se han mostrado muy reticentes a cortar el cordón umbilical de México de todas sus dependencias tóxicas y profundas hacia Estados Unidos, mientras este último país se descontrola cada vez más y trata de apuntalar inútilmente su hegemonía moribunda y dirige su rabia hacia México como el lugar de la retribución y la venganza.

 

Estas élites mexicanas han portado anteojeras ideológicas durante mucho tiempo y aún ahora están en negación ante la creciente caída de su vecino del norte hacia el caos, el fascismo y el neomercantilismo.

 

Así que el primer paso es dejar de negar la terrible realidad. El segundo paso es dejar de tratar de apaciguar y alimentar al monstruo fascista, que insaciable sólo pedirá más. El tercer paso es encontrar una salida de estar debajo del coloso herido, antes de que caiga y estrelle también a México.

 

Es hora de poner distancia, cambiar de rumbo estratégicamente y resistir las amenazas trumpianas, en solidaridad mutua con su propia diáspora y sus muchos aliados globales del sur. La Unión Europea y el este de Asia también pueden ser nuevos socios vitales.

 

La rendición no es una opción. Ni para los canadienses ni para los mexicanos de ambos lados de la frontera entre Estados Unidos y México. La única opción que tenemos todos, impuesta por la amenaza fascista de Trump, es resistir. La gente de base ya está resistiendo dentro de los Estados Unidos. Entre más pronto México, Canadá y el resto de los estados de la región dejen de apaciguar y se enfrenten a Trump unidos, mejor.

 

 
 

Unidad Panamericana por Diego Rivera, 1940

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